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Matrimonios
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Sigerico
Sigeric
Sigerico pertenecía a un linaje de gran nobleza, el de los Rosomones (Roxolanos), que junto a los Amalos y los Baltos y había ostentado la realeza entre los pueblos godos antes de su entrada en el Imperio romano.
A mediados del siglo IV los Rosomones formaban parte del reino godo greutungo del famoso Ermanerico († 375), del linaje de los Amalos. La epopeya teutona posterior explicaría la trágica muerte de Ermanerico, en batalla contra los hunos, como el resultado de una venganza de sangre (faida) que enfrentaba a Ermaerico con los Rosomones.
Una generación posterior otro famoso Rosomón y hermano de Sigerico, Saro, protagonizó una fuerte rivalidad y enfrentamiento con Alarico († 410) y Ataulfo († 415). Calificado de “rey de los godos”, desde muy pronto Saro se puso al servicio del Imperio, llegando a ser promocionado a general en jefe del Ejército imperial en las Galias, y a aspirar a sustituir a Estilicón († 408) como generalísimo de los Ejércitos de Occidente.
La rivalidad de Saro con Ataulfo es calificada en las fuentes de auténtica faida. En 412 Ataulfo capturó y asesinó a Saro cuando marchaba a unirse al usurpador imperial Jovino († 413).
Aunque es bastante probable que Ataulfo fuera un balto por la sangre, y no sólo porque una hermana suya fuera la esposa de Alarico, también lo es que mantenía fuertes lazos con los godos greutungos huidos en Panonia, y por lo tanto con el linaje de los amalos. En agosto o septiembre de 415 Ataulfo caía asesinado en Barcelona, víctima de la venganza de un antiguo miembro del séquito armado (Gefolge) de un rey godo que Ataulfo había matado, que muy bien pudo ser Saro.
Y lo cierto es que ante la inesperada desaparición de Ataulfo logró ser reconocido como rey por su Ejército este Sigerico, hermano de Saro, en lugar de algún otro miembro, agnado o cognado, del linaje Balto.
Significativamente las primeras decisiones de Sigerico como rey denotan también el origen de su promoción en una venganza de sangre. Tras matar cruelmente a los jóvenes hijos de Ataulfo, al cuidado del obispo godo arriano Sigisaro, tal vez pariente suyo, Sigerico humilló públicamente a la viuda de Ataulfo, la princesa Gala Placidia, hermana del emperador Honorio, obligándola a marchar a pie junto a su caballo y con los demás prisioneros durante más de 24 kilómetros. Por todo ello es lógico que se produjera una reacción violenta por parte de los miembros del ejército godo vinculados a los baltos y a los amalos. A los siete días de su promoción real Sigerico era asesinado, y en su lugar Walia era constituido rey. Eso ocurría en la misma Barcelona o en sus proximidades.
Los planes del antecesor de Sigerico pasaban por la creación de un nuevo reino para los godos, al que llamarían Gotia, y que tanto habían ilusionado a su pueblo no pudieron llevarse a cabo debido a que las negociaciones de Ataúlfo con Roma fueron del todo inútiles y su fallecimiento terminó por enterrar tal voluntad. Sigerico fue nombrado como rey de los visigodos por aclamación, siendo la primera vez que un rey visigodo tomaba su corona dentro de las fronteras de Hispania.
Los principales apoyos para ser nombrado rey fueron de los nobles más favorables a una guerra directa con Roma. Así llegó su primer edicto, en el que condenaba a la pena capital a los vástagos de Ataúlfo con la pretensión de que ninguno de ellos pudiese llegar a reclamar el trono en nombre de su fallecido padre.
Pronto fueron reunidas todas las tropas visigodas con la intención de lanzar un gran ataque sobre Roma que bien pudo haber tenido éxito en base a la gran cantidad de efectivos y de población bárbara (suevos, alanos y vándalos) que vivía en Roma, ya debilitada por las incursiones de Ataúlfo y Alarico. Pero los afines a Walia, a quien consideraban como el sucesor legítimo de Ataúlfo y aquellos que querían terminar las hostilidades contra el imperio (con la esperanza de firmar acuerdos favorables en el futuro) dieron al traste con el plan y asesinaron a Sigerico al séptimo día de su reinado.
El reinado de horror y crueldad de Sigerico duró escasamente siete días, y debido al malestar general que dejó tras de sí nadie puso ninguna pega ni objeción no sólo a su asesinato, sino a la legitimidad de Walia como siguiente rey de los visigodos. Con Walia volvía a restablecerse el linaje baltingo y el pueblo visigodo se encaminaba a su nueva tarea esta vez lejos de Roma, la de expulsar a los demás pueblos bárbaros del territorio de Hispania.