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Saqueo de Roma (410)

El saqueo de Roma fue un suceso ocurrido en el mes de agosto del año 410.​ Se enmarca dentro de la segunda invasión de Italia llevada a cabo por Alarico.

La ciudad de Roma había sido asediada ya dos veces desde el inicio de la invasión y siempre con el objetivo de utilizarla como rehén y forzar así un acuerdo con el gobierno de Honorio. El fracaso en esta estrategia llevó a un tercer asedio y al saqueo final de la misma. Este duró tres días y se sustanció en el robo de objetos de manera que no afectó significativamente a los edificios. Las víctimas mortales no fueron excesivas aunque se contaron por cientos.

El saqueo no fue una victoria decisiva en la guerra y los visigodos tuvieron que seguir con su búsqueda de un asentamiento legal dentro del territorio romano que no conseguirían hasta el 418.

En cambio, sí que tuvo consecuencias intelectuales al perder Roma y su Imperio el aura de invencibilidad y eternidad. Esto llevó, también, a una disputa entre seguidores del paganismo y el cristianismo sobre si la adopción de esta nueva religión había sido la causa del desastre.

Fue la primera vez en 800 años que la ciudad de Roma caía en manos de un enemigo. El último saqueo de Roma se había producido en 387 a. C. y habían sido los galos, comandados por Breno, los que invadieron la ciudad.

El saqueo del año 410 causó una gran conmoción en la sociedad romana de la época, y aún es considerado por muchos historiadores como un hito clave en el final del Imperio romano de Occidente.

Preludio
Problemas en Oriente

Las tribus bárbaras se habían ido haciendo fuertes durante el transcurso de muchos años, uniéndose contra la amenaza del Imperio romano. Sin embargo, a finales del siglo IV el pueblo conocido como los hunos comenzó a invadir los territorios de los bárbaros.

En el año 376 muchos tervingios, dirigidos por Fritigerno, se vieron obligados a buscar asilo dentro del Imperio romano de Oriente. Pronto, sin embargo, los altos impuestos, los abusos de la población romana y la corrupción del gobierno les hicieron enfrentarse al Imperio.

Los visigodos comenzaron saqueando a lo largo de los Balcanes, y el Imperio romano envió un ejército para hacerles frente. En la decisiva batalla de Adrianópolis del año 378, Fritigerno derrotó completamente al emperador del Imperio romano de Oriente, Valente, que murió poco después de la batalla.

Se firmó una paz en 382, en la que el nuevo emperador de oriente, Teodosio I, acordaba con estos godos (más adelante conocidos como visigodos) reconocer su soberanía sobre la provincia de Tracia.

Por otra parte, el visigodo Alarico I fue ascendiendo entre los rangos de la jerarquía de su pueblo, convirtiéndose en un importante general del ejército. Sin embargo, durante la batalla del Frígido la mitad de los visigodos presente murieron luchando por los romanos contra Arbogasto, un general romano que se había vuelto contra su emperador. Esto le dio la impresión de que Roma pretendía que los visigodos muriesen lo más rápidamente posible.

Alarico era ya prácticamente el gobernante de los visigodos para cuando Teodosio murió, en el año 395, puesto que Fritigerno había muerto en 380.

Vuelta a las hostilidadese

Tras la muerte de Teodosio, Alarico pronto retomó las hostilidades contra el Imperio romano de Oriente. Flavio Estilicón, el principal general del Imperio oriental, y más tarde principal general del occidental, le persiguió hacia Italia.

Temiendo a los visigodos, el Imperio romano de Occidente trasladó su capital a Rávena. A pesar de que Alarico fue derrotado en la batalla de Pollentia y más tarde en la batalla de Verona, consiguió escapar. Estilicón continuó manteniendo a Alarico controlado, aunque sus frecuentes huidas provocaron el rumor de que Estilicón estaba permitiendo intencionadamente que esto ocurriese.

Pronto Alarico firmó una nueva alianza con los dos Imperios para llevar a cabo una expedición hacia las fronteras orientales del Imperio de Oriente, posiblemente con idea de llevarle lo más lejos posible de Roma. La alianza, sin embargo, duró poco.

Los extendidos abusos contra los bárbaros hicieron que miles de visigodos, anteriormente leales a Roma, se unieran a Alarico, fortaleciendo enormemente sus fuerzas. Estilicón se vio obligado a pedir al Senado que pagase un tributo, lo cual les enfureció. Por otra parte, el emperador Honorio temía que Estilicón estuviese preparando un golpe de estado para sustituirle en el poder. El resultado fue que Estilicón, la principal esperanza de Roma contra Alarico, fue ejecutado el 22 de agosto de 408.

El saqueo de Roma y sus consecuencias

Los visigodos asediaron rápidamente Roma a finales de 408. Se terminaron retirando una vez que el Senado romano les hubiese prometido un tributo y Alarico, como regalo de despedida, mandó 300 esclavos jóvenes como regalo al Senado. Sin embargo, el emperador Honorio se negó a pagar el tributo, y el asedio se retomó en 410.

El 24 de agosto de ese año, los esclavos que Alarico había regalado al Senado asaltaron a la guardia y abrieron la Puerta Salaria para que por ahí se precipitasen los visigodos en la ciudad. Los visigodos saquearon la ciudad durante tres días, si bien las fuentes confirman que el saqueo no fue particularmente violento, y apenas si hubo asesinatos o violaciones. En cualquier caso, el saqueo tuvo un profundo efecto psicológico sobre la ciudad y todo el Imperio Romano, puesto que fue la primera vez desde la invasión gala que la Ciudad Eterna había sido saqueada en 800 años. Este suceso puso fin al mito de la inexpugnabilibad de Roma y generó una gran controversia cuando los paganos culparon de tal desastre al abandono de la antigua religión romana tradicional en favor del cristianismo, lo que motivó la célebre réplica de Agustín de Hipona: De civitate Dei.

Catharina Colom de Cabrera
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Comentarios de Catherina (CCC).

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