somosgodos.com

Guerra gótica de 376-382

La guerra gótica de 376-382 es el nombre que se le da a una serie de batallas entre el Imperio romano de Oriente contra los godos de los Balcanes, entre los años de 376-377 y 382 de nuestra era.

En el año 376 el Bajo Danubio era una frontera tranquila. No había habido problemas desde el 369, el último de los tres años de campaña de Valente contra los godos tervingos a raíz del apoyo de su rey Atanarico al usurpador Procopio.

El emperador había dirigido sus tropas a través del Danubio en dos ocasiones (367 y 369, ya que en el año 368 no se pudo atravesar el río debido a fuertes crecidas) y se había obtenido una completa derrota de los bárbaros, gracias a lo cual quedaron sometidos a lo que los romanos denominaban deditio. La deditio era, básicamente, una rendición incondicional en la que el gobierno romano establecía unilateralmente las cláusulas de los tratados.

Lamentablemente los romanos etiquetaban como deditio todos los tratados firmados con extranjeros, así que para conocer exactamente qué ocurrió en cada uno de los casos hay que fijarse en la letra pequeña, concretamente en las cláusulas más favorables que los emperadores, en virtud de su innata generosidad, otorgaban voluntariamente a los bárbaros.

La guerra había sido dura para los tervingos. Ante el avance de los ejércitos imperiales Atanarico reaccionó con una hábil maniobra: huir. Durante tres años consiguió evitar el choque directo con el enemigo, alargando el conflicto a costa de ver sus tierras devastadas. Pero consiguió no perder. La escasez de resultados y la amenaza persa hicieron que los romanos cesasen sus operaciones militares, y se produjo un encuentro en medio del Danubio entre el emperador y el rey godo.

El hecho de que el encuentro no se produjese en la orilla norte con el rey godo encadenado de pies y manos y su pueblo esclavizado nos da la primera pista de cuales fueron las verdaderas condiciones para la paz. Temistio nos pinta un cuadro reconfortante en el que Atanarico se vio avasallado por la inmensa superioridad intelectual del emperador, el cual se mostró más que generoso con el pobre godo. Atanarico parte de allí confundido pero contento, preso de emociones contrarias y “con el ánimo abatido por aquellos aspectos del tratado en los que había perdido la partida”.

Los propios godos quedan retratados contraponiéndolos a los romanos de la otra orilla, éstos “en buen orden” y “con sosegado orgullo”, mientras que la orilla goda “se veía abrumada por un desordenado populacho que profería súplicas tumbado en el suelo”. Como vemos, Temistio no tenía sentido de la medida, un factor que explica su éxito como apologista durante tanto tiempo. En realidad, los términos del tratado no fueron más duros del que tenían anteriormente (del año 332), lo cual resulta interesante teniendo en cuenta que las hostilidades las había abierto Atanarico apoyando a un usurpador romano.

Pero los años siguientes no iban a ser tranquilos para Atanarico. De oriente, desde “junto a un mar helado”, como lo describiría el historiador Amiano Marcelino, estaban llegando a las tierras godas las primeras tribus de hunos, las cuales comenzarían a atacar los asentamientos godos del norte del Mar Negro.

Los hunos no estaban unificados (y ya puestos, tampoco los godos), y seguramente no se pueda hablar de una guerra propiamente dicha, aunque se nombra alguna batalla más o menos formal. Simplemente, las continuas incursiones de los diferentes grupos hunos hicieron la situación insostenible para los godos. Algunos incluso quedaron sometidos a los hunos, como antes les había ocurrido a parte de los alanos. En el año 376 se encontraban ya en una posición desesperada, y se produjeron las primeras crisis internas.

En el caso de los tervingos, Atanarico había intentado crear una línea de defensa (posiblemente la antigua línea romana del río Olt, el Limes Transalutanus) pero con escasos resultados. Ante el fracaso surgieron nuevos líderes como Fritigerno y Alavivo que ofrecieron otra solución, pedir asilo en el Imperio Romano.

Los tervingos se separaron en al menos dos grupos, uno de ellos fiel a Atanarico, que permaneció al norte del Danubio, y otro que se dirigiría al sur.

Otro grupo godo, los greutungos, que habían sufrido el impacto de los hunos desde incluso antes, también habían tenido sus propias crisis internas, y una parte de ellos se dirigía hacia el Danubio bajo el mando de Alateo y Sáfrax, siguiendo a los tervingos.

Gutthiuda
Panorama político do Danúbio Inferior no século IV. As incursões hunas resultaram na migração dos tervíngios em direção à fronteira romana no Danúbio e sua posterior inserção em solo romano
Guerra gótica de 376-382 en los Balcanes
Guerra gótica de 376-382 en los Balcanes

La organización goda era flexible y compleja también. Los nuevos dirigentes que se adentrarían en el Imperio no son en ningún momento llamados “reyes”, simplemente “líderes”. Y el propio significado del término “rey” para Atanarico es bastante difícil de precisar. En realidad, las fuentes antiguas suelen referirse a ellos como “jueces”, un cargo no hereditario y situado inmediatamente por encima de los “reyes” menores, que sí eran hereditarios.

Los alamanes nos ofrecen otro ejemplo. Durante la batalla de Estrasburgo, diecinueve años antes, estaba presente Chnodomarius, su rey, acompañado por decenas de reyes y príncipes menores. Un detalle importante es que uno de éstos se había negado a participar en la campaña gala de Chnodomarius, lo que provocó su asesinato no por parte de un poder central, sino de su propio pueblo.

Los tervingos no eran “súbditos” de Atanarico, al menos tal y como lo entendemos ahora. La separación del grupo entre los seguidores de éste y los de Fritigerno y Alavivo fue, por lo que sabemos, no violenta, y en el futuro se producirían otras uniones y separaciones entre grupos godos (y no godos), incluso dentro del territorio romano.

Además parece que era relativamente sencillo que apareciesen nuevos líderes dentro de cada grupo – seguramente provenientes de las familias con más propiedades – aunque su capacidad de mando era limitada, cosa admitida expresamente por el propio Fritigerno en un mensaje al emperador del que hablaremos más adelante.

Entre los pueblos germánicos también se producían asambleas de hombres libres, de las cuales nos habla Amiano, normalmente para denigrarlas tildándolas de peligrosas y cosas del populacho, una visión que compartía con el resto de los honestiores romanos. Y no se trataba solo de una crítica estética. Amiano nos narra casos en los que los emperadores prohibieron la celebración de tales asambleas entre pueblos germanos de más allá de las fronteras después de ser vencidos en alguna campaña. El hecho de que los romanos se inmiscuyeran de esta manera en la política interna de esos pueblos nos indica que tales asambleas eran vistas como una amenaza, posiblemente porque para el poder imperial eran incontrolables. Con los líderes, por otra parte, era mucho más fácil negociar, especialmente si se les podía sobornar con subsidios.

Una politica que seguramente contribuyó a la aparición de confederaciones cada vez más estables y poderosas entre los germanos a lo largo de los siglos anteriores. Los líderes también tenían otra ventaja para Roma, y es que si se hacían demasiado peligrosos se les podía secuestrar o asesinar. Este tipo de operaciones eran comunes en la frontera, y Amiano hace referencia a cinco casos en un período de tan solo veinticinco años. Lo más habitual era atacarlos a traición durante una cena en territorio romano o durante las negociaciones de una tregua. Atanarico tenía buenos motivos para encontrarse con el emperador en una barca neutral en medio del Danubio. Los godos tenían este peligro muy presente, como se verá varias veces a lo largo de la campaña.

El asunto de la cohesión del grupo inmigrante, su evolución y su capacidad para incluir nuevos integrantes será fundamental en el conflicto contra Roma. Puede parecer extraño en un tema principalmente militar, pero creo que es de la máxima importancia a la hora de examinar el desarrollo de la guerra. Otros grupos bárbaros que cruzaron la frontera en los años posteriores, algunos quizá mayores en tamaño, fueron divididos cuando una parte de sus líderes decidieron que era mucho más beneficioso pasarse al bando romano junto con sus séquitos, con lo que obtenían unos enormes beneficios económicos y de estatus dentro del ejército imperial. Esto no ocurriría con los godos, y hay dos posibilidades para que esto fuera así: una es que sus líderes tuvieran un sentido del honor y el deber muy por encima de la media, renunciando a todas estas ventajas personales por el bien común de un grupo que incluía nobles rivales, libertos y esclavos, así como otros subgrupos no afines a ellos.

Es difícil establecer qué dinámica social se estaba produciendo dentro del grupo que cruzaría el Danubio, pero hay ciertos hechos que están claros: en el grupo no habría ninguna deserción importante al enemigo (aunque sí una separación, posiblemente por motivos logísticos), y sí habría multitud de incorporaciones a él. Un hecho bastante desconcertante para un grupo (mezcolanza de grupos en realidad) con poca o ninguna tradición identitaria y que se encontraría en las peores situaciones a lo largo de los años siguientes.

Pero, de momento, lo que tenemos son dos grupos escindidos de los tervingos por un lado y los greutungos por el otro, moviéndose hacia el sur, hacia la frontera romana del Danubio durante el verano del año 376. Todos estos hechos son un hilo fundamental para tratar los hechos que condujeron a la Batalla de Adrianápolis (378).

Catharina Colom de Cabrera
Ruta Laberinthus CCC - somosgos.com

Comentarios de Catherina (CCC).

A destacar:

Ruta Laberinthus CCC - somosgos.com
Ruta Laberinthus CCC - somosgos.com

Ruta recomendada >>>

Ruta Laberinthus CCC - somosgos.com